La muerte siempre ha sido un tema complicado desde el punto de vista pedagógico. Los tiempos cambian y se va consolidando investigaciones relacionadas con la psicología emocional que avanzan hacia lo que nos atrevemos a llamar la pedagogía de duelo.
Tanto los maestros, como las madres y los padres, han tenido que reflexionar sobre el tema para saber para saber cómo y cuando hablar de la muerte por el sufrimiento que esta produce, a veces nos aventuramos a pensar son muy pequeños, que no lo entenderían, y mejor que no lo vean pero hay formas de paliar este dolor sin caer en la negación.
➡️ El miedo y la mentira
No sabemos qué hacer con la muerte. Ni como hablar de ella: da tanto miedo, que a menudo nos desorientamos. Entonces convertimos la muerte en una gran mentira: mientras que, por un lado, los niños nunca habían visto tantas muertes como ahora, por el otro nunca habíamos charlado con ellos tan poco sobre el tema.
Sólo nos atrevemos a hablar de la muerte que nos pilla lejos pero nunca de la propia muerte o la de los más cercanos. El tabú es tan grande que se extiende y se prohíbe hablar del sufrimiento y del fracaso. Sólo existen los que triunfan, y solo se puede hablar de éxito; cuando alguien tiene dificultades, se siente culpable o busca quién tiene la culpa lo ocultamos.
➡️ Pedagogía del duelo, pedagogía de la muerte
Respecto a la muerte y el sufrimiento en general, podemos identificar dos posturas:
- La que busca dar herramientas para minimizar los efectos desconcertantes que provoca la pérdida y el sufrimiento, y tiene que ver con la pedagogía del duelo.
- Otra, pedagogía de la muerte que propone hacer evidente que la muerte existe, no sólo cuando desaparece alguien cercano, sino hacerla consciente como parte de la vida misma: de la existencia humana y de los ciclos naturales.
La pedagogía de la muerte y la pedagogía del duelo son complementarias. Y como la educación sexual o la educación por la paz, afecta a la familia, pero también a la escuela, que la ha de integrar.
Según ScienceDirect, la principal fuente mundial de investigación científica, técnica y médica, la percepción y construcción de la muerte en el contexto de educación infantil es muy importante para el correcto afrontamiento de la muerte por parte de los más pequeños.
➡️ Claves para la pedagogía de la muerte
1. La primera condición para poder hablar de la muerte con los niños es aceptar que no tendremos respuesta para todo. Entender la muerte exige aceptar la incertidumbre; incertidumbre de la vida, incertidumbre de las respuestas, incertidumbre de sentido. Querer tener alguna seguridad nos exigiría mentir. Pero de la muerte, o hablamos sinceramente o más vale que callemos.
2. No esperemos a hablar de la muerte cuando sea tan cercana que los sentimientos nos anieblen el entendimiento. Hay muchas ocasiones para hablar de la muerte y de lo que nos rodea: la muerte de un conocido, una visita al cementerio, la observación de un entierro, la muerte de la mascota, etc., son ocasiones que se han de aprovechar para hablar con el niño o la niña.
3. Se ha de hablar con claridad, sin esconder las palabras. Es necesario utilizar la palabra muerte, difunto, cadáver, ataúd, eutanasia… No lo disfracemos con eufemismos como descansar, dormir, marchar de viaje, que pueden provocar confusión. El significado de la muerte y de la vida ya es bastante confuso: si lo envolvemos o lo disfrazamos, tan sólo fomentamos los equívocos.
4. No tenemos que situar nunca a los muertos como vigilantes, ni utilizarlos como chantaje porque haríamos muy difícil el acceso a una ética razonada y a una moral autónoma que son siempre el fundamento del equilibrio personal. Ni miedo a los muertos, ni la muerte como una amenaza inminente que nos impide vivir.
5. La muerte de los seres vivos que nos rodean, de los elementos de la naturaleza, son ocasiones que podemos aprovechar para hacer evidente el ciclo de la vida, que tiene en un extremo el nacimiento y en el otro la muerte. La naturaleza está llena de estos ciclos: el ciclo del agua, del día y de la noche, de las estaciones del año, etc.
6. La muerte y la vida, además de ser hechos biológicos, están cargados de simbolismo y han sido siempre centro de reflexión profunda de los individuos y de los pueblos. Como madres y padres, tenemos que transmitir a los hijos qué sentido le damos, transmitiéndoles los sentimientos y los convencimientos filosóficos o religiosos que tengamos. Como maestros, tenemos que facilitar la expresión y el conocimiento de los diferentes posicionamientos. La diversidad ayudará a comprender más su propia originalidad.
7. La muerte está rodeada sobretodo de sentimientos. No tiene sentido esconder a las criaturas los sentimientos que tenemos los adultos respecto a la muerte de los amigos, vecinos, familiares… Vernos emocionados y poner palabras a nuestros sentimientos les ayudará a entender y a vivir en paz con los suyos. La pedagogía de la muerte no es una pedagogía indolora, sino una pedagogía que asume el dolor y la tristeza como parte de la existencia humana. Los niños y las niñas necesitan saber que vivir no es sólo ser feliz, que el dolor también forma parte de la existencia.
8. La muerte está vinculada a unas causas. Es bueno que los niños y las niñas las conozcan: enfermedades graves, grandes accidentes, etc., y que no la atribuyan erróneamente a pequeños incidentes, conductas o hechos irrelevantes.
9. Es bueno que los niños tomen la iniciativa de hablar sobre la muerte, pero si ellos no lo hacen, les podemos ayudar: a veces también tienen miedo y esconden los interrogantes y las inquietudes en su entendimiento.
10. La pedagogía de la muerte tiene que ver con la pedagogía de la finitud, y se apuntala en la pedagogía del tiempo: sólo tenemos un tiempo, el nuestro. Ningún otro tiempo nos será concedido, y tenemos que aprender cómo vivirlo: esto da intensidad a la propia historia.
Hay que tener en cuenta que las respuestas a los interrogantes que se plantean alrededor de la muerte pueden llenar de sentido la vida. Saber que la muerte existe también da contenido al hecho de vivir. La pedagogía de la muerte tiene que ver con buscar y construir el sentido de la vida. ¡Os animamos a ello!